Consternación, euforia, decepción se siente en los exteriores del conservatorio Antonio Neumane, ubicado en Hurtado y Esmeraldas, en Guayaquil. El plantón concentró a padres de familias y estudiantes, quienes clamaban por un deseo que no fue cumplido y aquello prometido hace más de 6 años.

Niños, jóvenes entonaban sus instrumentos, pero no era necesario ser un experto musical para escuchar aquellas melodías que tenían el único significado de querer aprender en un lugar adecuado. Explotar el talento ecuatoriano que no debe morir.

“El arte peligra”, era el grito de un padre a los diferentes medios de comunicación, esperando ser escuchado. Los carteles hecho mano y gigantografías cargaban el peso de la realidad de un edificio abandonado. “Los niños y jóvenes músicos necesitan un lugar digno para estudiar”, indica un afiche.

Hasta los graduados asistieron con su guitarra y tocaron a capela para reclamar la poca eficacia de sus peticiones. Las futuras generaciones están en riesgo y la desesperación de no ser escuchado se evidenciaba en sus facciones.

Era noviembre de 2017, cuando les arrebataron el edificio. Ese hogar artístico que arropaba cada nota musical de crecimiento. A otra escuela fueron trasladados 1200 estudiantes, quienes se sienten engañados de que solo sería temporal para remodelar el edificio y “potenciarlos”.

Todo parecía que se cumplía, pero no fue así. La obra se detuvo en el 2018, por un supuesto estudio del subdirector de Educación que dictaminó que el edificio no servía. Aquellas palabras no fueron presentadas en informe.

Sin apoyar al talento, ellos esperan una solución pronta y no ser olvidados por las autoridades de turno. “No queremos que lo potencien, solo que lo rehabiliten y basta de engaño”, mencionaron los padres, como una canción que no ha sido escuchada.

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